Confesiones de un Ingeniero de Sonido (Por Alfredo Mambié)
Mi trabajo como ingeniero de sonido me había llevado a tener una carrera muy exitosa. Y digo muy, porque alcanzar el éxito no había sido el último peldaño. Quienes llegaban a confiar en mis habilidades, entendían y apreciaban ese ingrediente extra que, solamente yo en exclusiva, les brindaba. Fama y prestigio más allá de sus sueños más salvajes.
En particular, los músicos suelen ser espíritus errantes, almas incomprendidas, atípicas, y en muchos casos, rebeldes, solitarias, inquietas y contradictorias. Mientras más excéntrico sea ese artista, más brillo irradiará su música en cada una de sus creaciones.
¡Puedo conseguir plasmar eso y más en sus interpretaciones! Eso sí, soy categóricamente especialista en detectar talentos. Y recurro a ciertas estrategias poco ortodoxas, las cuales exijo formen parte del contrato legal de grabación de cada disco en que me involucro.
Una vez firmado y resguardado, doy pie a todo mi potencial.
—La grabación será a partir de las once, no a las seis.
—¿Y ese cambio tan repentino?... Necesitaba estar antes en mis clases de yoga.
—Reagéndala. Ah, otra cosa. Necesito que traigas puesto un vestido ajustado con estampados de piel de guepardo. Sé de tu buen gusto, así que, si no tienes algo así en tu guardarropa, ve y adquiere uno de marca, que sea de diseñador.
—¿Qué?...
Le di la espalda con altivez y caballerosidad. Justo antes de salir de la cómoda oficina y cerrar la puerta, añadí:
—Y no traigas ropa interior puesta. Solo el vestido. ¿Okey?...
El intercomunicador del estudio sonó a las 10:45.
—¿Qué tal minina?... Llegas a tiempo. Aléjate un poco de la cámara para poder verte.
La chica llevaba puesto encima un sobretodo. Mantuvo unos segundos ambas manos sujetando los bordes del abrigo, hasta que me reveló cómo lucía su “piel de guepardo”.
Era escultural, sensual, provocativa; poseedora de una figura de valkiria. Medía casi un metro noventa con aquellas largas botas de tacón. Sus cabellos sedosos eran largos y rubios. Sus ojos azules grisáceos, labios grandes y voluptuosos y una piel tersa y bronceada. Era finlandesa, pero se había establecido en el Reino Unido. Y así como su cuerpo perfecto, también tenía grandes dotes como cantante lírica, compositora y pianista. Formaba parte de dos agrupaciones de Metal Sinfónico y en cada una era la voz principal. Ella lo tenía todo.
—¡Guao! ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Estupendo! ¡Bienvenida!
Ya dentro de la cabina de grabación, apenas nos separaban unos pocos metros y las paredes de vidrio. Yo estaba al mando de la consola de sonido. Busqué atenuar la luz de mi parte del estudio, haciendo que quedase iluminada solamente ella y su micrófono; lo suficiente para dejar volar mi imaginación.
Ya habíamos grabado los temas a nivel instrumental. Quedaba colocar las voces y darle a cada canción, ese toque especial.
Activé el micrófono de la cabina para que ella me pudiese escuchar desde sus auriculares.
—¿Estamos de acuerdo que acatarás cada cosa que te pida que hagas sin refutar?...
—Sí, estoy lista. No sé qué extraño fetiche te traes entre manos, pero yo de verdad me siento muy bien vestida así. Me siento poderosa, con ganas, ¡muchísimas ganas!...
—¿Ganas de qué cariño?... ¿Cantar o desahogarte primero?...
Hubo un extraño silencio. Luego lentas y profundas exhalaciones. Otra vez el tenso silencio.
Cuando alcé la vista, la cabina estaba vacía y su puerta de acceso abierta.
Al girar 45 grados mi silla, me la topé parada frente a mí. Su mirada era completamente electrizante. Sus ojos literalmente echaban chispas en la oscuridad. Y de aquellos carnosos labios, mayoritariamente serios y cerrados, se fue esbozando una amplia sonrisa, perversa y seductora.
—¡Hagámoslo! —Me digo. Y no fue una orden, fue una súplica.
Apreté y luego desgarré aquel fino y costoso vestido con los dientes. Ella quedó solo con las botas puestas, completamente desnuda. En cada pose, su torneada figura representaba las posturas más sugerentes y provocativas que el Kama Sutra puede sugerir. Nos embriagamos de placer, nos conectamos con la energía cósmica y vital, copulamos como dioses.
El universo se condensó en aquel encuentro. El resultado fue uno de los mejores discos de su carrera. Alabado y elogiado por la crítica mundial, reseñado por los especialistas, con un muy destacado y prolongado nivel de ventas. Incluyendo, modestamente, mi gloriosa y siempre destacada contribución como ingeniero de sonido y colaborador de grandes estrellas.
Alfredo Mambié
28-2-2023
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