Yo con Yo - por Alfredo Mambié


Era más que un simple robot, mucho más; aquel sofisticado androide era arrebatador, sensual, emanaba un poderoso magnetismo, un carisma salvaje y además, poseía ese toque de emocionalidad, producto de su constante observación a los patrones de conducta humanos. Lab-IOS era un estimulante sexual, un invento revolucionario programado para ofrecer a su clientela, servicios exclusivos y satisfacción, muy por encima de cualquier hombre o mujer. Lab-IOS poseía la destreza y el conocimiento para poder detectar las insatisfacciones, necesidades y fantasías eróticas de cualquier cliente, sin importar género, tendencia o raza.

Aunque su interacción con adolescentes menores de edad por ley no estaba permitida, clandestinamente, era el sector que más demandaba sus servicios. Quizás por ser un artículo tecnológico muy sofisticado y poseer curiosos accesorios y procedimientos de vanguardia; además, contratar sus servicios venía ya programado en una sencilla aplicación para celulares, cuyo hackeo del control parental empezaba a popularizarse en la red. «¡Nada mejor que juntar tus labios con Lab-IOS!» se leía con frecuencia en los chats y foros juveniles; el efecto era viral.

También aquellas personas solitarias y de la tercera edad, con cierta vergüenza y en menor proporción, se aventuraban a solicitar sus favores. Sorprendía descubrir que algunas veces los sucesos en aquella intimidad entre un aparato como Lab-IOS y alguien a quien ya su atractivo físico y motivaciones no eran para nada iguales a las de un chico o chica en plena pubertad, le daban al androide la versatilidad de poder ser el compañero ideal de ese usuario o usuaria, sin el temor o el recelo de no saber cumplir cabalmente su parte o crear falsas expectativas. Todos sus clientes, cualquiera que fuese, siempre quedaban fascinados, sumamente impresionados y satisfechos. Pero una noche sucedió algo inaudito.

Un grupo de geeks adinerados y excéntricos, pretendieron llevar a Lab-IOS a una despedida de soltero. Reunieron los fondos, logrando la contratación del nuevo androide como atracción principal. Este tipo de acuerdos resultaba inusual, pero su rápida popularidad comenzaba a transformarlo en una nueva sensación. Esa noche los invitados permanecían expectantes. El Pent House de un popular hotel frente al mar Caribe estaba a su disposición. El ambiente era electricidad pura debido a que todos los asistentes habían escuchado hablar maravillas de aquel robot y sus particulares prestaciones. Lab-IOS estaba reservado para el novio, como su regalo especial de despedida por parte de sus mejores amigos, expertos informáticos y amantes de todo lo Hi-tech. Algunas prostitutas contratadas, miraban desde el balcón al robot con curiosidad y recelo, «¡Ahora sí que estamos jodidas!» se les podía leer en la frente. Luego de compartir un rato, bailar y entretenerse en aquella bacanal, Joaquín se dispuso a ir a la habitación principal y disfrutar como merecía de su obsequio exclusivo.

Lab-IOS era cambiante, poseía la capacidad de mimetizarse a voluntad, ajustando su aspecto físico, contextura, voz y estatura adecuados, para hacerlos afines al gusto de cada cliente. Lograba volverse hombre o mujer a conveniencia, con el aspecto y proporciones exactas al ideal de tus sueños. Un breve escaneo en los datos almacenados de Joaquín y en segundos Lab-IOS quedó convertido en… La reacción de Joaquín fue desconcertante, aquel hombre estaba boquiabierto, con cara de total asombro. El robot verificó sus sensores, su funcionamiento no presentaba falla alguna, se había transformado en lo que Joaquín más deseaba, así que buscó acercarse a él con cautela,  buscando verificar que no estuviese en algún trance, producto de la mala ingesta de mucho alcohol o drogas, y sólo logró que el pobre hombre se estremeciera aún más y quedase replegado, aborrochornado en la amplia cama. Lab-IOS, entró de inmediato en el baño de la habitación para verse en el espejo. Quedó pasmado; era su cliente, un clon del mismísimo Joaquín.


Afuera, algunas risas entrecortadas y mal contenidas, entre un anormal silencio de la concurrencia, hizo comprender a la inusual pareja, que habían caído en una gran broma pesada. El androide entonces decidió reparar la incómoda situación en la que se encontraban.

—Permíteme los datos del Instagram de tu prometida. 

Joaquín, un tanto receloso e intrigado por aquella petición, accedió revelárselos. Así, en un pestañar, Lab-IOS adquirió al instante la sugerente y particular fisonomía de su futura esposa. Y fue entonces cuando Joaquín llegó al pleno nirvana cósmico, disfrutando el mejor sexo de toda su vida. Esa vez pudo tener una experiencia sensorial extraordinaria, gracias a la avanzada tecnología, y en buena parte, a la gran ocurrencia de sus amigos geeks. 

(Relato inspirado en el Taller de Escritura Nº46. Móntame una escena: "El Robot" de  www.Literautas.com)
    

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