La Entrevista (Por: Yolanda Gattor)


Llegó temprano, aunque estaba citada al final de la tarde. Realmente quería trabajar allí. Todo le era familiar. Podía verse laborando en esa oficina. Y sobre todo trabajando para él.

Se hacía tarde, todos estaban ya saliendo, pero faltaban unos toques en la presentación. De pronto escuchó su nombre. La llamaba desde la oficina. Nerviosa atravesó el pasillo, entró, cerró la puerta y se detuvo junto al escritorio donde él estaba sentado.

Él le pidió ver los resultados. Ella, atrevida, se colocó entre su silla y el borde del escritorio. Abrió la laptop con el informe listo para ser revisado. Se sentó sigilosa en el borde del escritorio. En un súbito movimiento, puso ambas piernas a cada lado de él, descansando en el apoyabrazos. Los altos zapatos de tacón negro crearon un ángulo con el cual la falda se comenzó a deslizar hacia los lados sin demora, dejando ver sin reparo la falta de ropa interior.


Él no podía concentrarse, volteaba a cada instante. Ella le giraba la cara tocándole ligeramente con el dedo la mejilla.


—El informe doctor. Es lo que me pidió ver… Allí está, por favor léalo en voz alta.


Él trató de concentrarse, mientras sentía como la respiración se le agitaba y consiguió con una mano palpar los zapatos de delicado cuero satinado y desde allí escalar lentamente la pierna que llegaba al centro del paraíso, con el que tanto había soñado, en tantas noches de trabajo. La suavidad de su piel era indescriptible y una invitación indeclinable a seguir.


Antes de conquistar su meta, ella bajó los pies y dijo:


—Le estoy desconcentrando doctor, disculpe el atrevimiento… —y se deslizó con movimiento felino hasta debajo del escritorio. Acariciándole en la entrepierna y apoyada en sus rodillas, lentamente comenzó a abrirle el pantalón y al dejarlo expuesto, comenzó a besarle, comiéndose sin recelo todo lo que su masculinidad ofrecía.


Con la respiración entrecortada él ya no podía seguir leyendo, pero a cada intento de acariciarla, ella, suavemente, le colocaba la mano en la quijada y lo devolvía en posición hacia la pantalla.


Acelerado y excitado, no pudo más. Rodó la silla hacia atrás y vertiginosamente la tomó por las caderas y la sentó de nuevo en el borde del escritorio.


—Le recuerdo que yo soy el Director del área, yo marco la pauta en esta oficina —dijo mientras le abrió la camisa en un solo movimiento. Los botones salieron volando en todas direcciones y los pechos puntiagudos se dejaron ver sin demora.


—Usted parece que vino preparada a la presentación por lo que veo, —comentó riendo al notar que no había sostén cubriendo aquellos voluminosos senos. Ella asintió con picardía.


Se desvistieron con rapidez entre besos y gemidos, y antes de que pudiera percatarse, la humedad de sus entrañas estaba llena con la cálida existencia de su jefe. En movimientos acompasados, una danza de placer ocurría al borde del escritorio. Él se levantó y la apoyó en la pared mientras ella gemía sin cesar esperando que ese instante nunca terminara.

¿Cuántas noches soñando con esto que finalmente ocurrió y era mucho mejor que todas las fantasías?...


De pronto, sintió una suave brisa moviendo sus cabellos, una tibia luz atravesaba la habitación, mientras escuchaba su nombre como un susurro.


Volvió a escuchar con atención y al abrir los ojos, vio frente a ella al reclutador. La estaban llamando finalmente para pasar a la entrevista final con el Director del departamento.



Yolanda Gattor

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