El secreto de mi novia (Por Alfredo Mambié)



Al reunirnos los fines de semana, era casi inevitable; mis amigos solían comentar admirados:

—¡Ha! ¡Como la novia de Damián, ninguna!

—¡Qué suertudo!

—¡Dios! Ella es tan… Tan perfecta.

—¿Se han preguntado si tiene sentido fijarse en alguna otra mujer?...






La pandilla y yo frecuentábamos por las tardes la misma cafetería – restaurant. Su dueño era Don Carmelo, mi futuro suegro. Un simpático comerciante viudo, buena gente, sangre liviana, con quien habíamos logrado trabar amistad; siempre nos recibía muy cordial. Era ese tipo de hombres honorables y dado a las relaciones humanas. Además, conocía a todos nuestros padres, lo que le permitió ganarse nuestra confianza y respeto con facilidad.

Don Carmelo llegaba a nuestra mesa, bandeja en mano, con bebidas para todos.

—¡Bienvenidos chicos!... He escuchado sin querer sus elogios hacia mi hija. ¡Por esa misma razón apruebo que Damián esté cortejándola! ¡Fabiola, es mi empleada más destacada y me enorgullece apoyarla en sus estudios, planes futuros y en todo lo que haga falta!

—¿Cuándo le toca su turno a Fabiola, Don Carmelo?... —Le consulté. Ansiaba verla. Por los constantes cambios de horario que ella tenía, entre sus estudios universitarios, la pasantía y el trabajo en la cafetería – restaurant de Don Carmelo, no estaba seguro.

—Hoy es viernes. Empezará en dos horas Dios mediante. Les traeré la especialidad de la casa, para que disfruten una rica merienda chicos.

Mis amigos me ovacionaron en voz baja, apenas Don Carmelo se alejó hacia la cocina. Comenzaron a reírse y a hacer bulla solapadamente, sacudiéndome el cabello y la chaqueta para hacer más notoria mi buena relación con él, abochornándome.

—¿Qué más puedes pedir?... Tu relación con Don Carmelo es tan buena como con Fabiola.

Sonreí. Todo parecía perfecto en apariencia, pero Fabiola guardaba un secreto.





Una mañana quise sorprenderla. Me fui hasta a su casa sin avisarle. Nuestro noviazgo apenas iniciaba. Ella sin dudas era una chica muy linda, agraciada. Don Carmelo me aseguraba que Fabiola era un vivo reflejo de su difunta esposa. Y ese día pude corroborarlo.

Antes de tocar el timbre de la casa, sentí un deseo morboso de merodearla. Me desplacé sigiloso por un costado hacia el fondo del jardín. Era ese tipo de viviendas de amplios ventanales, y espacios abiertos, muy bien cuidados. Quedé petrificado.

Fabiola tomaba un sensual baño en una amplia bañera fabricada con sendas losas de cerámica blanca, la cual estaba construida justo al ras de un alto ventanal con vista a la bahía. Estaba completamente desnuda, pero eso no fue lo que me desconcertó. Al fondo del recinto, cámara en mano, un extraño la estaba retratando.

Aguardé unos segundos para comprobar si me habían visto. No moví un solo músculo. Ella continuaba absorta, cambiando de vez en cuando de posición. Estaba embelesado. Su figura era perfecta. Su anatomía dejaba una clara confirmación de su gracia y hermosura. Toda ella estaba en perfecta comunión; la tibia luz natural que se colaba por el ventanal hasta sus más recónditos pliegues, dejaban claro testimonio de su belleza espectacular.

Era la primera vez que la veía con sus cabellos sueltos al sol, despojada de cualquier prenda o accesorio. Eso hizo que dentro de mí se encendiera una pasión intensa, desbordada. Pero, ¿Por qué estaba posando así?...

—Abrí una cuenta en OnlyFans. Una amiga me lo sugirió. Recomendándome a un fotógrafo profesional amigo suyo. Las personas pagan por acceder a contenido erótico exclusivo. Y no tenía intenciones que esto pudiese interferir en nuestra relación, Damián. Más bien, con lo obtenido podremos ahorrar para nuestro futuro. Seguimos teniendo planes juntos, ¿cierto?...

—Tu padre no sabe nada de esto, ¿verdad?...

—No. Este será nuestro secreto.

—Cuenta con ello, amor. 

Sabía que Don Carmelo estaba completamente alejado de todo lo tecnológico. Aunque mis amigos empezarían en poco tiempo a envidiarme. Luego de lo que había visto, estaba dispuesto a pagar el precio.

 Alfredo Mambié

16 de marzo de 2023

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